La madrugada, gato feliz en ventaja, por distinto del can a nadie ostenta su cola ni en estío. No creyéndose él, sino nadie, sino único, su paso ensancha, suave, abierto, vacuo, oblicuo hacia la fiesta sin sol de su egocentrismo; basta la luz de sus ojos amarillos. Solitario, sincero se desplaza su esqueleto hambriento. Contemplan antes de acechar nostalgias ese gato y sus muchas sombras, restos de espinas y palabras desperdiciadas, para hurgarlas al desamparo del Tiempo.
En la vía de asfalto, ese gato es libre y la Verdad, su cruel verdugo jamás desmantelado, de misterio se jacta. Tose, envuelto entre harapos secos y brocados húmedos, mientras nosotros nos mentimos con otras verdades como ésta, mágicamente azotados con risas y llantos, emprendemos el eterno viaje sin (o con) retorno, entre satíricas piedras silenciosas, crápulas flores sin rostro, lacios pájaros de humo, pantomimos vestidos de blanco y negro, a través de la daguerrotipia destinada(click), esa carretera secreta y sus siete vidas de polvo, plata y vértigo.
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